lunes, 1 de junio de 2009

Clausura: tormento o busca de un ideal


Una llave: de un objeto tan simple y cotidiano surgió la idea de investigar en al Proyecto de aula, sobre las clausuras, ya que este objeto es signo en la sociedad de seguridad, privacidad y tranquilidad. Pensar en el término clausura nos dirige casi inmediatamente a relacionarlo con seguros, encierros, candados, en fin. Una clausura puede convertirse en un tormento para quien es obligado a someterse a ella, pero quien lo hace por gusto y en búsqueda de sus ideales, puede ser muy gratificante, llevadero y hasta indispensable en su vida. Ahora la decisión que debíamos tomar era menos complicada que al principio, se trataba sobre cuál clausura sería nuestro objeto de estudio. Partiendo de esto quisimos hablar de un tipo de clausura que se pueden encontrar en el Oriente antioqueño, teniendo en cuenta que hay más, pero ésta en especial es buscada por quien la viven. En un principio resolvimos hablar sólo de las monjas de clausura, “mundo” poco conocido para nosotras. Comenzamos a empaparnos de sus hábitos, creencias y pensamientos. Estábamos completamente seguras de “haber dado en el blanco”. Luego vino una sugerencia de nuestro profesor de semiología, Juan Martín Cedano, Donde nos presentaba de manera atrayente, el círculo de las modelos y, su clausura para llegar a ser un ícono social. Luego de pensarlo mucho y sentirnos muy animadas, decidimos aceptar la propuesta de nuestro profesor, sin dejar de lado el trabajo ya realizado con las monjas de clausura. Entonces comenzamos a investigar sobre dos estilos de vida aparentemente diferentes, ya que la clausura hace parte de la cotidianidad de ambas. La primera tiene que ver con religión, las monjas de clausura, con las mujeres que deciden entregar su vida a Dios y alejarse, casi por completo, de la sociedad, al decidir convivir con mujeres en su misma condición. Estas mujeres suelen mostrarse tímidas o pasivas, buscan estar bien con Dios y con ellas mismas, cubren completamente su cuerpo sin importar lo esbelto que sea y, su rostro, frecuentemente angelical, es lo único que no cubre su “armadura”. Pocas veces se puede mirar de frente a las amantes de Dios, si alguna vez caminan por la calle siempre agachan su mirada, no sabemos si es por miedo a ver tanta gente o a ser observadas, o será porque perciben en el bullicio de la calle los pecados y las angustias por las cuales dicen rezar, mientras están en su hogar. Las monjas de clausura al igual que otras monjas, son pensadas, como virginales, como pulcras. A ellas no les importa lo que piensen los demás, lo único verdaderamente importante es entregarle a Dios, es sentirse aceptadas por Él. La iglesia sería el único lugar al que podrían salir; pero también queda en su hogar, simplemente deben cruzar un pequeño sendero y comenzar de nuevo su encierro, ya que pueden “encapsularse” durante horas orando por nosotros, los pecadores, los que no vamos a misa por dormir un poco más, los que no creemos que todas las monjas sean “vírgenes”. Fotografiarlas era para nosotras un deseo casi imposible, pensamos en captar la puerta de su encierro y conformarnos con esto, porque ellas sólo reciben visitas de personas autorizadas por La Superiora, quienes por lo general son: Un sacerdote para aplicar los santos óleos a las enfermas, quienes, al fallecer, serán sepultadas allí mismo, es decir, que su cuerpo nunca sale del convento; también , gente cuyo trabajo es indispensable para preservar la salud de las monjas y su supervivencia en el convento. Una de nosotras hace parte de el último grupo de personas, por esto el hecho de tomar fotos en su clausura se nos hizo menos complicado. Levantamos la bocina del teléfono y llamamos al Monasterio de la visitación de Santa María, en el municipio de Marinilla, pedimos autorización y la hermana Flor María nos dio una cita para el sábado 18 de septiembre a las 3:15pm, y para ese día nos tendría la autorización de la madre superiora. El sábado, muy puntuales llegamos al convento, preguntamos por la hermana Flor maría y mientras saludamos con un cotidiano: - Buenas tardes hermana. Ella nos contesta con su particular: -Dios sea bendito. Pasamos la tarde tomando fotos en los pasillos de un convento sacado, al parecer, de otra dimensión; y al salir de él volvimos a la habitual congestión de la nuestra. La segunda clausura es la vivida por las modelos, sin excluir a los hombres. Personas que por el contrario de las monjas entregan su vida al qué dirán, a cómo se ven. Cabe aclarar que en esta segunda clausura hay muchas excepciones y no todas las modelos se encierran en ese mundo de las apariencias. En una pasarela se puede encontrar todo tipo de mujer, pero la sociedad las obliga a buscar estar mejor y no se habla de la parte intelectual, sino de su aspecto físico. De allí surgen los encierros más frecuentes entre las personas de este medio: el gimnasio y el candado en la boca; en el primero pueden pasar horas y horas con tal de que su cuerpo luzca para los demás sencillamente espectacular. En el segundo pueden llegar a torturarse aguantándose antojos con tal de figurar en la sociedad. Acompañarlas a una audición para publicitar actores o modelos, fue catapulta, una oportunidad de observar sus actos y tensiones ante algo importante en su medio. Se veían todo tipo de escenas; chicas sentadas observando a las otras; unas cuantas maquillándose; mientras algunas planchan su cabello; otras pensando en su mejor atuendo, que muestre sus virtudes físicas y, a medida que una por una entran ante los diseñadores, la tensión crece y las expectativas y el deseo por ser seleccionadas se ve a flor de piel. Luego al terminar la audición se ven caras tristes, decepcionadas, inconformes y; por otro lado, las que hacen alarde de su belleza y cuentan a todos lo sucedido, porque ser seleccionadas en estos eventos, para muchas, es “tocar el cielo aunque sea con las uñas”. A diferencia de la “armadura” (el vestido) de las monjas, las modelos son más liberadas. Y todo por el pensamiento “morboso” y reprimido de la sociedad: “el que no muestra, no vende”. Y como en el modelaje el cuerpo es la carta de presentación, si no vende por no mostrar, pasa a ser del común. A las chicas “diez” de las pasarelas se les considera “huecas”, anoréxicas, bulímicas y “prepagos”. ¿Será por mostrar más de lo debido para intentar vender? pero creemos que a ninguno se nos ha pasado por la mente, una modelo con hábito en “Colombiamoda” y mucho menos a una moja con bikini rezando por la paz del mundo. Claro está que la sociedad es la que obliga, de cierta forma, a que estas clausuras se vean desde el exterior un poco trágicas; pero para quienes las viven, fue lo que eligieron y gracias a la sociedad se mantienen. Si no, qué sería de las monjas de clausura sin los pecadores, ¿Por quién se encerrarían a rezar? y qué sería de las modelos si no las criticaran y les exigieran, probablemente, la próxima pasarela de moda para el mundo consistiría en ver esculturas vivientes del Maestro Fernando Botero. En nuestras frecuentes observaciones siempre encontrábamos algo particular, con respecto a los medios de comunicación, ya que juegan un papel muy importante en el momento de mantener vivas estas clausuras, claro está, de formas diferente. Las monjas de clausura utilizan los medios de comunicación única y exclusivamente para escuchar asuntos relacionados con su fe; el exceso de ruido, noticias o palabras pueden perturbar su clausura. En cambio, en el mundo de las pasarelas los medios influyen demasiado en hacer de éste lo que es, enterarse de las últimas noticias de los faranduleros y ver en cualquier programa que está “IN” o en su defecto “OUT”, para ellas es estar siempre circulando con la moda y estar en el medio; además quienes dicen lo que está a la moda suelen ser chicas con medidas, supuestamente, perfectas, rostros envidiables y cabellos hermosos que crean en los espectadores una imagen de mujer ideal. El espíritu de las monjas busca a Dios; el de las modelos, ser pensadas como mujeres ideales. No importan despedidas, encierros, privaciones; lo único importante es su meta y llegar a ella. La sociedad es la encargada de mantener vigentes estas clausuras y de hacerlas ver como un sufrimiento, sabiendo que a muchos les gustaría tener el alma tranquila como el de las monjas; y otros cuantos desearían ser una imagen ideal en un mundo superficial.



Por: Natalia Flórez y Ana Carolina Pérez

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